Introducción.
Una grandiosa revolución en la historia del arte tuvo dio en Florencia, a comienzos del siglo XV: la escultura, a diferencia de la pintura renacentista, nació de manera brusca, y podríamos decir, de la noche a la mañana. Con ella se despertó el Renacimiento, siendo algunos géneros romanos modelos de los escultores florentinos. No será una simple copia, sino una superación el mundo antiguo romano, llegando a niveles inverosímiles e impensables hasta aquel instante. Simboliza el nuevo antropocentrismo que desplaza la vieja teoría medieval.
Lorenzo Ghiberti fue el primer gran escultor del siglo XV. Nacido en Florencia a finales de siglo XIV, fue escultor, orfebre, arquitecto y escritor del arte italiano del Quattrocento. Comenzó su actividad artística como orfebre. Sin embargo, su auge no llegó hasta el 1401, año en que participó en el Concurso de las Puertas del Baptisterio de la catedral de Florencia, resultando el vencedor, dejando atrás a Brunelleschi, el otro finalista. Su triunfo en el concurso resultó decisivo para su vida, puesto que la magnitud de la tarea requirió la creación de un taller de gran tamaño, que se convertiría en el principal de la ciudad durante medio siglo. En él se formaron figuras destacadas del Renacimiento.
El trabajo en esta puerta (Segunda Puerta del Baptisterio de Florencia) duró más de veinte años (de 1403 a 1424), y se incluyeron veinte episodios de la vida de Cristo y ocho tallas de santos, de un estilo minucioso, cercano al gótico.
Posteriormente, tras la finalización de su obra, ocurrió algo que incluso el propio Ghiberti no podía concebir a priori: su obra tuvo tanto éxito que el gremio de comerciantes de Florencia le encomendó la ejecución de la tercera y última puerta doble del mismo Baptisterio, sin concurso previo como solía hacerse, la cual acabó en 1452 (solo 3 años antes de su muerte, por ello suele llamársele “Hombre de una sola obra”, ya que dedicó su vida a su gran genialidad, además de otras obran sin importancia). Incluso le permitieron cambiar el número de las imágenes que estaban propuestas. Ésta está decorada con diez bajorrelieves de bronce dorado que representan escenas del Antiguo Testamento, en un estilo totalmente diferente al anterior, en el que se aplican consecuentemente las reglas de la perspectiva renacentista. Miguel Ángel bautizó esta puerta como “Puerta del Paraíso”, nombre con que se la sigue conociendo actualmente.
Ghiberti acumuló varios relatos del Antiguo Testamento en diez compartimientos suficientemente grandes para poder desarrollar los fondos en perspectiva, los paisajes y pintorescas representaciones con muchas figuras que sólo se anunciaban en sus puertas anteriores. La maestría de Ghiberti llega al punto de que, atendiendo a las leyes de la óptica, las figuras a lo lejos parecen de bulto entero y no de mediorelieve. La maravilla de un increíble efecto plástico, superando hasta los mismos resultados de los pintorescos relieves helenísticos, en lugar de ser una traba para el artista es un motivo de invención y nuevos efectos para todas las escenas reunidas. Quizás lo más sorprendente de estas diez composiciones sean los fondos con palpitantes definiciones de espacio y de ambiente. Incluso utilizando el punto de fuga de la teoría de Brunelleschi, no todo se resuelve con una fría geometrización de espacio, sino que adapta los efectos de atmósfera con una sutileza pasmosa que viene determinada por formas difuminadas
Concurso de las Puertas del Baptisterio.
El Quattrocento se abre en Florencia con una competición entre escultores: el concurso para la segunda puerta de bronce del Baptisterio (la primera, de Andrea Pisano, era de 1336). Participaron entre otros, Lorenzo Ghiberti (23 años) y Filippo Brunelleschi (24 años), que fueron los dos finalistas del concurso. Los concursantes tenían que presentar una imagen en bronce del “Sacrificio de Isaac”, en relieve, como los de la puerta del Trecento.
Ghiberti muestra todos los elementos del relato bíblico: Isaac, Abraham, el altar, el ángel, el carnero, los criados, el asno, la montaña. Su cultura clásica le sugiere una referencia, el sacrificio de Ifigenia, y una interpretación alegórica del hecho histórico: la renuncia a los afectos personales en aras a la obediencia a un imperativo superior. No representa un drama, sino que evoca un antiguo rito sacrificial. Las figuras están vestidas a la antigua y el frontal del altar presenta un friso clásico: sabemos así que el hecho ha acaecido en un tiempo remoto y no tiene ya fuerza dramática. Isaac, en un bello acto de ofrecimiento, ostenta las proporciones perfectas del cuerpo desnudo; Abraham arquea su alta figura con un movimiento airoso. Con el fin de que la mirada pueda detenerse sobre la belleza de los particulares, la historia presenta un tiempo ralentizado: hay una amplia cesura entre el hecho principal y el secundario, entre la escena del sacrificio y los criados que se han quedado al pie del monte, y esta cesura viene marcada por la erecta cresta de roca que corta diagonalmente el campo y que sirve también de obstáculo que refleja y regula la iluminación de ambas partes. Esta transversal coordina también dos órbitas de movimiento: la larga curva falcada de Abraham y la opuesta, más breve e inversa, del cuello del asno. Estos ritmos de movimiento encuentran eco en las curvas del marco: el movimiento no se concentra en una acción, sino que se disipa en el espacio luminoso. De hecho, la acción está aún en suspenso: Abraham no ha asestado el golpe, el ángel está distante en el cielo, Isaac no está aterrado, y el carnero está sobre la montaña.
La historia de Brunelleschi dura mucho menos. Los actos de las figuras son simultáneos y forman un único movimiento que gira en torno al fuerte resalte del cuerpo de Isaac. Las fuerzas se encuentran: toda la masa extendida del cuerpo de Abraham empuja a la mano que va a hundir el cuchillo, mientras que la otra mano vuelve brutalmente la cabeza de la víctima descubriendo su garganta indefensa. El busto de Isaac se dobla bajo el empuje, pero en las piernas aparece ya un punto de resistencia y de reacción. El ángel cae desde el cielo: su figura es una trayectoria tensa que termina en la mano que aferra la muñeca de Abraham, mientras que con la otra indica al carnero reacio. El choque de tres voluntades contrastadas se concentra en el número de las cabezas y de las manos en el vértice de un triángulo que rompe el ritmo de las curvas del marco. La base está formada por los criados y el asno, pero su carácter ajeno a la acción se intensifica aún más: el drama parte de cero y súbitamente alcanza su culmen. Por si fuera poco, algunas de las figuras de Brunelleschi se salen del marco y del espacio requerido, algo inadmisible para alguien de su talla.
Ghiberti describe el espacio en una sucesión de planos y episodios; Brunelleschi lo construye mediante la simultaneidad de los movimientos, el equilibrio dinámico de su contraposición.
¿Por qué ganó Ghiberti el concurso?
¿Cuál de los dos escultores es más natural? Ghiberti. Trata que paisaje y figuras se encuentren proporcionados; estudia las exfoliaciones de la roca y las frondosidades de los árboles, hace correr la luz a lo largo de los planos y los puntos salientes, canaliza la sombra en los surcos de la forma. Brunelleschi ve poco o nada del paisaje: un trozo de roca lejano y convencional, un árbol que debería estar distante y a cuyo tronco se adhiere, sin embargo, un pliegue del manto de Abraham volado por el viento.
¿Cuál de los dos es el más estudioso de la antigüedad? Ghiberti. Evoca trajes antiguos, inserta ornamentos clásicos, reencuentra -quién sabe cómo- el gusto pictórico e incluso la cadencia poética de los relieves helenísticos. Brunelleschi se limita a citar, en la figura de uno de los criados, el motivo clásico del joven que se saca una espina del pie.
¿Cuál de los dos es más revolucionario? Brunelleschi, sin duda alguna. El espacio de Ghiberti es un espacio natural en el que ocurre un cierto hecho. Brunelleschi elimina el espacio natural y hace el vacío; y en este vacío construye un espacio nuevo con los cuerpos, los gestos y la acción de los personajes.
Parece ser que la decisión no fue tan unánime como el propio Ghiberti nos recuerda: vacilaron entre Ghiberti y Brunelleschi y se propuso asignar la ejecución a ambos, aunque Brunelleschi declinó participar en la ejecución. La indecisión de los expertos se comprende si pensamos que, de hecho, estaban tomando partido por dos vías de modernidad. Pero formalmente, el diseño de Ghiberti era muy superior al de Brunelleschi. Ganó porque los expertos pensaron que poseía un dominio de la técnica más seguro que el de su rival: realizó su trabajo, el “Sacrificio de Isaac” de una sola vez, mientras que Brunelleschi soldó sobre una placa de bronce siete bloques fundidos por separado. Éste era un aspecto muy importante, ya que el coste de la obra de Brunelleschi sería siete veces mayor que el de Ghiberti.
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